Las Canteras a vista de pez
Me gusta descansar al cobijo de la Barra de Las Canteras. Este arrecife natural frena el ímpetu del Atlántico y proporciona noches de calma para los peces como yo. Al alba, cuando los rayos del sol tiñen la superficie de tonos rosa y violeta, comienzo a moverme por la bahía y a picotear algas con mi pico de loro. A esa hora temprana comienzan también a adentrarse en el mar los primeros seres terrestres, hombres y mujeres que chapotean y nadan como si también quisieran ser peces.
Según va ascendiendo el sol, la luz penetra en las aguas cristalinas donde vivo, revelando un auténtico paraíso azul por el que nos movemos los peces. Los coloridos gueldes, según dicen las leyendas submarinas, son pequeños retales desprendidos de los arcoiris. Las fulas parecen diminutas sombras oscuras que se mueven con soltura entre el mar de cuerpos y piernas en el que se transforma la playa durante el día.
A veces, y también a primera hora, me llega a través del agua la vibración provocada por un sonido cercano procedente de la orilla. Durante un tiempo esto se convirtió en un misterio. Un día, finalmente, identifiqué su origen. Se trata de seres humanos que tienen la costumbre de comenzar la jornada con un baño en Las Canteras, con el añadido en su caso de que se introducen en el mar canturreando alguna melodía. De este modo la playa pasa a ser un auditorio submarino.
Las Canteras es un arenal mágico y poético. Y confieso que no siempre he logrado desvelar todos sus misterios. En una ocasión, aupado por una ola mansa, contemplé una rosa cuyo tallo había sido enterrado en la arena al atardecer. Debía haber una bella historia detrás de aquella imagen. Quizás algún día alguien me la cuente…
Me he dado cuenta de que los seres terrestres adoptan distintas actitudes en el medio marino, aprovechándose de que la playa de Las Canteras les recibe a todos por igual. Algunos hombres y mujeres se dejan mecer por el vaivén del mar y de sus propios pensamientos. Otros, en cambio, se comportan como verdaderos peces. Yo, si no ando en otros menesteres, guardo cierta distancia, me oculto tras una roca o entre las algas y les contemplo.
Mi casa es azul, amplia, abierta y transparente. Sobre mi casa vuelan las gaviotas y nos saludamos con ellas, enviándonos recuerdos y noticias, ellas desde su mundo de viento y cielo y nosotros desde la profundidad de nuestro hogar. Mi casa es Las Canteras. Mi casa es tu casa.
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