7 símbolos de vida y resistencia de Gran Canaria
Gran Canaria atesora múltiples elementos naturales y culturales cargados de un fuerte simbolismo en estos momentos.
1. Semillas de esperanza
Pocas cosas encarnan y simbolizan de un modo tan profundo la vida y el futuro como una semilla. En el caso de Gran Canaria, existen simientes que han sido capaces de atravesar el tiempo para permanecer en el mismo espacio. Los estudios genéticos llevados a cabo demuestran que en la isla se cultiva todavía la misma variedad de cebada que ya plantaba hace más de mil años la antigua sociedad prehispánica. Este pequeño milagro de resistencia permanece encofrado en las semillas que atesoran las gentes de las medianías y cumbres insulares. Un simple gesto de sus manos sirve para perpetuar una cosecha de esperanzas.
2. Testigos y mensajeros
Gran Canaria es un capricho geológico surgido de una descomunal fragua volcánica. Su rostro actual muestra el resultado final de un proceso evolutivo de millones de años donde la creación y la destrucción han ido de la mano, como elementos contrarios pero que se necesitan, se relevan y se alimentan entre sí. Dos de los grandes símbolos de la isla, el Roque Nublo y el Roque Bentayga, en la cumbre insular, son testigos y a la vez supervivientes de estos procesos naturales. Ambos quedaron en pie tras los cataclismos que alumbraron la imponente belleza de la Caldera de Tejeda, una gigantesca cuenca de origen volcánico donde estos dos titanes de piedra pregonan su mensaje de resistencia.
3. El vuelo sin final
Allí donde se mantienen los pinares primigenios de Gran Canaria, casi ajenos al tiempo y a la huella humana e inmersos ahora por completo en su propia calma, revolotea un milagro, un destello azul convertido sin saberlo en un ejemplo de que incluso los seres más aparentemente frágiles portan un manual de resistencia. El pinzón azul, una subespecie endémica de la isla, se atrinchera desde hace décadas en los bosques de la Reserva Natural Integral de Inagua y en el Parque Natural de Tamadaba, dos auténticos cofres de la biodiversidad. Muy pocos han contemplado su vuelo, pero con sus aleteos se elevan también nuestros sueños.
4. La piel del dragón
Gran Canaria hunde sus raíces en el tiempo y desde ahí proyecta sus ramas hacia el futuro. Replica el ejemplo de árboles que siguen en pie durante décadas y décadas, como los dragos de San Fernando, en Moya, con sus más de 170 años y sus casi once metros de altura. Millones de brisas y soles han curtido su piel de dragón. En la Finca de Osorio, en Teror, un espacio propiedad del Cabildo de Gran Canaria, se concentran ejemplares singulares como un alcornoque de un siglo de antigüedad que es además el mayor de la isla, con 12 metros de altura y cinco de perímetro en su base. Cerca se levanta un cedro de tres siglos o un barbusano centenario y veinte metros de alto y un platanar que también ha visto pasar al menos dos generaciones humanas con sus miedos y sus ilusiones.
5. Moldeando el tiempo entre las manos
En el interior de Gran Canaria viven personas, en especial mujeres, que mantienen la llama de tradiciones que podrían haberse perdido en la noche de los tiempos pero que gracias a ellas brillan y crepitan en el presente. Es el caso de las loceras que siguen practicando un tipo de alfarería al modo de la que hacían las antiguas poblaciones aborígenes, sin torno y cocidas con fuego al aire libre, de tal manera que obran a diario el milagro de moldear el tiempo entre sus manos.
6. La isla que fluye
La isla ha sido y es sol, pero también ha buscado y proporcionado agua. Las cartas de navegación marítima señalaban la charca de Maspalomas, al sur de Gran Canaria, como lugar propicio para hacer acopio de aguas salobres de la charca de su oasis, así como de leña. La isla fue una escala necesaria en el éxito de múltiples expediciones que de otro modo no habrían llegado a buen puerto. Tierra adentro, sus gentes completaron a lo largo de los siglos una cultura del agua y una infraestructura hidráulica de las más tupidas y sorprendentes de España, la propia de una isla enrolada desde siempre en la nave de la supervivencia. Este territorio combina la solidez de la piedra y la capacidad de fluir y adaptarse del agua.
7. El encuentro
Gran Canaria es el destino. Un gran destino que adquiere su pleno sentido mostrándose y encontrándose con todos aquellos y aquellas que vienen a visitarla por primera vez o a profundizar en su conocimiento. Por eso el gran símbolo final de esta serie es un abrazo, el que tendrá lugar entre la isla y las personas que ahora mismo ansían pisar la arena de sus playas, respirar el aire de sus montañas, caminar por los senderos de Inagua y Tamadaba, contemplar el Nublo, el Bentayga, observar de cerca sus dragos centenarios, disfrutar de sus tradiciones y recalar en Maspalomas con el mismo espíritu aventurero de quienes se pertrechaban de agua y leña, pero en su caso para empaparse de luz, vida y océanos.