Belén de la playa de Las Canteras, mensajes de arena y luz en Gran Canaria
El Belén de Arena de Las Canteras es uno de los atractivos de la Navidad atlántica, cálida y repleta de opciones de Gran Canaria.
Un arrecife que emerge en la marea baja protege a la playa de Las Canteras de los embates del océano, como un gran brazo protector tras el que se cobija el emblemático arenal de Las Palmas de Gran Canaria. Visto desde tierra firme, se asemeja a una pincelada que antecede al horizonte. El dique es también parte del marco de la suave navidad insular. En el extremo norte, el lucernario del Auditorio Alfredo Kraus interpreta el papel de Estrella de la Navidad.
El rincón resulta inspirador. No es de extrañar que alrededor de 2.000 toneladas de arena de Las Canteras sean modeladas cada año por artistas llegados de distintos lugares del mundo para componer un Belén que supone un elemento destacado dentro del paisaje navideño de Gran Canaria. Estas esculturas son efímeras y a la vez infinitas, porque se sumergen en la memoria, del mismo modo que el arrecife, llamado La Barra, se oculta bajo las aguas de la pleamar.
La visita al afamado Belén de Arena se ha consolidado como una tradición más de la Navidad bajo el sol y las estrellas de Gran Canaria. Es de hecho una de las señas de identidad de su capital y una de las imágenes que más viaja alrededor del planeta a través de las redes sociales, así como uno de los símbolos más reconocibles de las Pascuas en Gran Canaria. Hasta un sello de Correos ha inmortalizado a estas figuras para demostrar que, aunque desaparezcan finalizadas las fiestas, nunca se van del todo.
El Belén de Arena es un destello más de las navidades ensalitradas, soleadas, oceánicas y definitivamente distintas que ofrece Gran Canaria. Mientras Europa saca abrigos y bufandas de los armarios, aquí es posible pasear junto a las olas e incluso bañarse en el Atlántico. Asimismo, la amabilidad del clima permite recorrer senderos, practicar cualquier tipo de deporte o simplemente coger un mapa y descubrir cualquiera de las localidades del interior o del litoral de esta isla salpicada de lugares de interés. Gran Canaria en Navidad es un llamamiento constante para disfrutar de las fiestas al aire libre.
Y, como siempre, Gran Canaria es variedad. Especialmente en Navidades. Las Palmas de Gran Canaria, una ciudad siempre luminosa, abierta al mar y a la cultura, se enciende todavía más con el alumbrado navideño, que tiene réplicas en las principales ciudades y pueblos de la isla, caso de Gáldar, Arucas o Telde, entre otras. En estos lugares es posible perderse por mercadillos aromatizados por el embriagador olor de las castañas asadas, o por zonas comerciales ubicadas en cascos históricos con la acusada personalidad de una arquitectura surgida entre dos orillas, a medio camino entre Europa y América.
La Navidad en Gran Canaria posee el sabor de turrones y mazapanes elaborados en la cumbre de la isla, donde los almendros florecen varias semanas antes que en otras latitudes más frías, proclamando que aquí hay cosas que tienen su propio ritmo. También se saborea con vinos en los que se ha embotellado el poliédrico paisaje grancanario, que cambia según se asciende hacia las montañas o se vira la proa hacia el litoral. Lo mismo ocurre con los quesos. Cada uno de ellos habla del lugar en el que han pastado ovejas y cabras.
No hay una Navidad en Gran Canaria. Hay cientos. Solo hay que buscarlas en las calas, en el sol casi perenne del sur de la isla, en el solemne paisaje de cielo y piedra que se divisa desde el Roque Nublo, en el bar del pueblo que se encuentra al final de la caminata entre pinares, o en la sonrisa de los niños que juguetean en la Plaza de Santa Ana, frente a la Catedral, en la centenaria Vegueta. La Navidad prende también en el Faro de Maspalomas, que parece conversar con el resto de los faros de la isla con el lenguaje secreto de la luz.
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