El espíritu verde de Gran Canaria
Una escapada a Valleseco, en las fértiles medianías, te revelará la profundidad de Gran Canaria. En el interior montañoso de la isla aguardan siempre un queso, un paisaje inesperado o una conversación con don Cándido y don Bernardino.
Existe un lugar en Gran Canaria donde las gentes se mueven como el agua. Aparecen y desaparecen entre el tapizado verde de las laderas de las montañas, igual que el agua de los manantiales. Sucede, por ejemplo, en el municipio de Valleseco, que recibe este engañoso nombre por encontrarse entre los barrancos de Madrelagua y Valsendero, donde abundan los nacederos que alimentan la red de acequias.
Estas personas tienen también el alma transparente. Perderse por el municipio es una oportunidad para conocer un modo de vida ligado a una tierra generosa pero que exige esfuerzo diario. Cualquier parada es una ocasión para mantener una conversación con hombres como Cándido o Bernardino, dos jubilados que no dejan pasar un día sin celebrar su tertulia privada en el banco junto a la parada de guaguas del barrio de Lanzarote. "Esto es tranquilito, amigo. Es lo mejor que tiene", comentan dos vecinos que estarán dispuestos a explicarte todo aquello que necesites saber de Valleseco.
En un bar-restaurante pegado a la carretera y fundado hace tanto tiempo que ya casi nadie se acuerda del año, un grupo de vecinos mantiene una animada conversación que tiene su propio sabor: una tapa de queso y un vino tinto local producido en una minúscula bodega familiar. De la cocina emerge un camarero con un solomillo poco hecho y humeante, una muestra de la rica gastronomía de la zona, donde el ganado vacuno forma parte del paisaje.
Las brumas abrazan con frecuencia a Valleseco. Son nubes que se agarran a sus árboles, a los techos de teja a dos aguas de las casas y a sus montañas. La bruma mantiene con vida al espíritu verde de las medianías, da aliento a la agricultura y también a los 6.000 manzanos que hacen posible el burbujeante milagro de la sidra atlántica. Probarla es, simbólicamente, como beberse la tierra y la niebla de estos mágicos parajes.
Las medianías están impregnadas de hecho por la magia y el misterio. Hay que estar atento. Justo ahora, cuando la bruma se deshace y regresa el sol, vemos a lo lejos la figura de una anciana que sale de su casa para atender la huerta. Es apenas un punto entre el manto verde. Ella es uno de esos manantiales de Valleseco, un destello de la esencia rural de Gran Canaria.
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