El Sendero Azul, 7 kilómetros de maravillas
El Sendero Azul de Las Palmas de Gran Canaria explica en vivo la geología, biología e historia de las Canteras y el Confital.
Abre bien los ojos. El océano se expande a tus pies, abrazado a una prometedora línea de costa donde se suceden las arenas, los arrecifes, las rocas y, al fondo, los volcanes. Respira y deja que la brisa marina te inunde. Déjate llevar por ese influjo y camina. No pierdas detalle. El Sendero Azul de la Bahía del Confital y la Playa de Las Canteras, en Las Palmas de Gran Canaria, ofrece múltiples sorpresas a lo largo de siete kilómetros de maravillas. Los carteles explicativos te ayudarán a comprender la geología, la biología y la evolución histórica de este paisaje.
Queda atrás la escultura ‘El Atlante’, una obra del artista Tony Gallardo de casi nueve metros de alto, levantada con piedras de lava y declarada Bien de Interés Cultural (BIC). Una de las primeras cosas que verás, si empiezas la ruta desde la zona de El Rincón, es la enigmática huella del tiempo grabada sobre la roca. El acantilado que queda a tu derecha muestra el rastro de las coladas volcánicas que dieron origen al Roque Nublo, pintadas en negro. Y es también testigo de la extraordinaria elevación del mar -de unos cien metros- que se produjo hace más de cuatro millones de años y que dejó una fina marca amarillenta.
Algo llama tu atención. Decenas de personas se deslizan con sus tablas sobre las olas que arriban a la costa, una demostración de que la bahía de la ciudad es uno de los puntos calientes del surf. El pionero Ulises Betancor fabricaba las tablas él mismo en los años setenta y en su taller se inició toda una generación de apasionados del mar. Hoy en día, múltiples escuelas y centros de surf alimentan las ansias de emociones de practicantes que llegan de los países más diversos.
Pasado el Auditorio Alfredo Kraus, y desde el punto en el que se levanta y parece cantarle al Atlántico la escultura que rinde homenaje al famoso tenor grancanario, la arena extiende su reino. Este extremo sonoro y vibrante recibe el nombre de la Cícer, en recuerdo de la sociedad alemana Compañía Insular Colonial Electricidad y Riesgos SA. La tonalidad más oscura de esta parte del arenal se debe a la erosión de la roca volcánica, mientras que las de tonos claros y rubios proceden de restos de conchas, caparazones, espinas y estructuras de múltiples organismos.
Andar no es la única opción que permite el Sendero Azul. Unas gafas y un tubo abren para cualquier persona que sepa nadar una ventana al fascinante mundo submarino de Las Canteras y el Confital, aunque también hay empresas que ofrecen buceo con escafandra. Según se detalla en uno de los paneles, una de las particularidades de este medio marino es que, en muy poco espacio, se pueden encontrar ambientes muy diferenciados, creando un universo sumergido y semisumergido donde aparecen bancos de arena, arrecifes, cuevas marinas, plataformas rocosas, sebadales y, por fin, aguas libres, el hogar infinito y azul de delfines, ballenas o tortugas.
El Sendero Azul también da cuenta del rodaje en esta línea costera y en estas aguas de la película ‘Moby Dick’, dirigida por John Houston, protagonizada por Gregory Peck en el papel del capitán Ahab y estrenada en 1956. Los carpinteros de ribera de Las Palmas de Gran Canaria construyeron la réplica de la ballena a escala natural y, según se informa, los cachalotes frecuentan las inmediaciones de La Isleta desde hace miles de años. Actualmente, en realidad, toda la ruta del Sendero Azul parece un escenario de película…
La vida, como un trozo de mar más, se mueve a oleadas por el Paseo de Las Canteras, de lado a lado, hasta alcanzar la animada zona de La Puntilla, adentrándonos en el corazón de la Bahía del Confital y el Área Marina de la Isleta, integradas en la Red Natura 2000 por su enorme biodiversidad y la necesidad de garantizar su protección.
Paso a paso y asombro a asombro nos hemos ido acercando hasta El Confital, término que se debe a la acumulación de pequeñas rocas producidas por un tipo de algas rojas y coralináceas conocidas científicamente como rodolitos. Al morir, el alga pierde su color rojo y adquiere una tonalidad blanquecina y, por su aspecto esférico, recuerdan a los confites de repostería. Es el lado más dulce de este mundo salado que, a partir de ahora, nos mantiene a la sombra de los volcanes.
En la otra punta, al inicio del sendero azul, nos hablaba la tierra. Ahora lo hacen los antiguos pobladores de la zona. Las Cuevas de los Canarios, situadas en la parte alta de la montaña del Confital, constituyeron un poblado aborigen, raíz de unos asentamientos humanos que evolucionaron siglo tras siglos condicionados por los avatares de la Historia y la evolución urbana y que se tradujeron también en factorías de pescado, estructuras defensivas y salinas.
Estrellas de mar, esos pequeños y meditabundos peces llamados ‘cabosos’ y los huidizos cangrejos ermitaños habitan en los charcos intermareales. Los surferos flotan como escualos o delfines, esperando la ola más propicia. Siete kilómetros más allá el acantilado habla de un pasado lejano en su lenguaje de signos y silencios. Aquí, en cambio, es sólo aquí y ahora.