Faro de Arinaga, un reino entre el mar y la tierra
El Faro de Arinaga, en Gran Canaria, corona y vigila una costa y un paraje natural terrestre de gran valor paisajístico.
Llegar a los pies de un faro es un acto que posee algo de aventura. Esta sensación se deba probablemente a las historias que la imaginación asocia de manera irremediable a unas construcciones ligadas al trasiego de barcos durante siglos, a capitanes y tripulaciones buscando una luz salvadora en las noches de tormenta, a fareros solitarios y a emplazamientos tan alejados como hermosos. Este halo donde confluyen la imaginación y la realidad rodea también a la luminaria de Arinaga, en la costa del municipio de Agüimes, en Gran Canaria, el faro que hoy guía estas palabras.
El faro se levanta en la Punta de Arinaga y corona un panteón de rocas, brisas, arenas y azules intensos. Su ojo de cristal lo ve todo. Hacia el norte, casi a tiro de piedra, se guarece la Playa de Cabrón, cala desde la que se sumergen a diario submarinistas que se adentran en un cristalino reino con su particular corte de estrellas púrpuras, caballitos de mar, angelotes, tamboriles y bucios, caracolas gigantes utilizadas en otros tiempos por los habitantes de Gran Canaria como bocinas para los barcos, entre otros usos.
El litoral que se prolonga sinuoso hacia el Sur, en dirección a la Playa de Arinaga, es una sucesión de entrantes y salientes de la piedra volcánica donde el Atlántico se entretiene dibujando charcones y lagunas con su paleta de azules y sus pinceles durante la bajamar y la pleamar. Al frente, como un náufrago que en realidad ya no espera ser rescatado, emerge el roque, a cuyo sotavento hay quien acude a pescar.
Pero las vistas no deben distraernos del verdadero Rey Sol de este pequeño imperio. La estructura del antiguo Faro de Arinaga constituye una de los pocos ejemplos de la arquitectura farera insular de finales del siglo XIX que sigue en pie en el conjunto del archipiélago canario. Diseñado por el ingeniero grancanario Juan León y Castillo, autor también de los proyectos del Faro de Maspalomas o del Puerto de La Luz y de Las Palmas, presume de formas equilibradas propias de un estilo clásico ecléctico. En la actualidad acoge además un restaurante y una terraza cuya carta se inspira en el océano que baña esta costa.
El Faro de Arinaga se puede soñar y anhelar, pero debe usted saber que resulta especialmente fácil llegar a él tanto en coche como a pie, remontando el sendero que parte desde el extremo más septentrional del paseo de la Playa de Arinaga. El camino se adentra en el paraje natural protegido de la Montaña de Arinaga, el viejo volcán que contempla el paso de los días con su perfil de joroba de camello.
Esta ruta intensa y breve arranca en el punto donde los alisios se enredan con la escultura ‘Jugando con el Viento’, una creación del artista Joseph Plantiura que preside el Mirador de Risco Verde, muy cerca del Museo de la Cal de Risco Verde y de la sucesión de llamativas creaciones escultóricas que recrean en tierra, de la mano de Juan González Artiles, una fauna marítima de pejeverdes, tamboriles, chernes y viejas. La obra demuestra los confusos límites entre el mar y la tierra firme que caracteriza a esta parte del litoral de Gran Canaria donde un faro, un monarca iluminado que se niega a saber del paso del tiempo, sigue vigilando sus dominios.
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