Gran Canaria, el planeta de Sanmao
Ella encontró una isla o quizás fue al revés. Quizás la isla se topó con ella. Gran Canaria, con sus menos de 50 kilómetros de diámetro, fue el mejor puerto de destino de la escritora Sanmao, seudónimo de la taiwanesa Chen Ping. Viajera irreductible, periodista, traductora, mil cosas más. Una mujer adelantada a su época que encontró en Gran Canaria el refugio de calma que buscaba.
Sanmao residió durante una década en Playa del Hombre, en la costa de Telde. Puede que su obra no sea enormemente conocida en España, pero cuenta con millones de seguidores en China. Allí aprecian bien la profundidad de su legado literario, de su mirada espiritual y poética. Una visión personal del mundo convulso que le tocó vivir a la escritora.
Ahora una ruta turística rastrea sus numerosas huellas en Telde. El municipio ha marcado sus pasos sobre un mapa autobiográfico donde aparecen lugares que frecuentaba. Una 'carta de navegación' por el particular universo insular de Sanmao, a 10.000 kilómetros de su país natal, desplegada en tres idiomas en la web www.viajedesanmao.es. Un sitio web con textos en español, inglés y chino acompañados por fotografías y delicados dibujos que invitan a transitar por una ruta emocional, cultural y literaria en homenaje a la escritora. Cada parada se señala con un sentimiento humano, marcado en caracteres en español y en los correspondientes sinogramas chinos.
Esta ruta de turismo literario es un nuevo recurso cultural que conecta Telde con China, el inmenso país de origen de Sanmao. Nos vincula a un mundo lejano, como si Echo Chen, (otro de los sobrenombres de Sanmao), hubiera tejido aposta un hilo de seda invisible que uniera dos partes opuestas del globo. Aunque pasaron los años, el visitante chino que nos acompañe podrá encontrar seguro la misma luz atlántica que hechizó a Sanmao.
Gran Canaria fue un paréntesis en la vida nómada y llena de peripecias de Sanmao (1943-1991), que tomó prestado su nombre de un personaje de cómic, el niño ‘Tres Pelos’ aventurero y superviviente de mil tribulaciones, con quien se identificaba. En Gran Canaria vivió años tranquilos. Escribía, pintaba, leía. Pintaba ‘callaos’, los cantos rodados que el oleaje arrancaba del fondo marino para dejárselos en la orilla cercana a su casa de Playa del Hombre, donde vivía con José María Quero, su marido. Del mar venían a conciencia las piedras que Echo Chen recogía. Luego de forma paciente regalaba tiempo a los niños de Playa del Hombre, con quienes pintaba formas de colores sobre las piedras. Para ellos no era una escritora conocida, sólo la 'mujer que pinta las piedras de colores'.
Si se anima a seguir con nosotros sus pasos, a descubrir la Gran Canaria íntima de Echo Chen, la ruta se inicia en una antigua casona del casco histórico de Telde, la actual Casa-Museo León y Castillo, en cuya biblioteca solía sumergirse. Una placa señala el banco y el rincón exacto en el que solía sentarse la escritora, periodista y traductora (ella llevó, por ejemplo, las historias de ‘Mafalda’ al chino).
La segunda estación de la ruta nos apea en San Francisco de Telde, en calles centenarias y empedradas, cuyo adoquinado guarda bajo una memoria de piedra de los pasos de Sanmao, caminante acérrima, enfundada en simples sandalias o zapatillas de tela. La inercia nos lleva luego hacia el barrio de San Juan. Y en concreto, hacia la plaza del mismo nombre, presidida por la silueta de una basílica de estilo gótico tardío que cobija en su interior tesoros como el retablo flamenco del siglo XV, el Cristo moldeado con pasta de maíz por los indígenas Michoacán de México o tallas de Luján Pérez, uno de los mayores imagineros del siglo XVIII español. En esta explanada aprendió a patinar con sus patines blancos como nieve, como espuma del mar. “¡Soy libre!”…
La ruta prosigue por el Parque de San Juan y lleva a los pies de ‘El pequeño olivo de Sanmao’, dedicado a su esposo, nacido en Andalucía, tierra de olivos. Aquí se eligió un acebuche canario, endemismo cuyas raíces se entrelazan con la estancia de Sanmao en Gran Canaria y afianzan recuerdos. Se trata de un guiño a su poema ‘El olivo de los sueños’, pieza que llegó a inspirar numerosas versiones musicales en Asia.
Al lado se encuentra la escultura del niño Sanmao, sentado en un banco con sus tres pelos sobre la efigie sonriente y plácida. A tiro de piedra, nunca mejor dicho, se extiende el Jardín de Sanmao, con grandes ‘callaos’ pintados de rojo, color de la buena suerte en la cultura china. Hasta aquí vienen a diario practicantes de tai-chi o de yoga, o personas simplemente a meditar. “Es mejor ayudarse que pedir ayuda”, parece oírse decir de nuevo a Sanmao entre soplo y soplo de la suave brisa.
Pero ahora ya lo que se escucha es el rumor y la promesa de un mar cercano. Estamos ya a las puertas de la casa que habitaron Echo Chen y Jose María en la Playa del Hombre, en la calle Lope de Vega, en cuyo exterior figura una placa con sus retratos y la palabra amor escrita en español y chino. Una casa en el mismo pie de mar que, según decía, le otorgaba seguridad, un arrullo de calma por cada ola.
La misma senda, a través de un entramado de callejuelas sinuosas con nombres de escritores y pintores españoles de distintas épocas, desemboca al fin en el llamado ‘Rincón de Sanmao’, un parque infantil asomado al Atlántico que evoca su pasión por los niños. Un mural de cerámica recuerda parte de su historia en Gran Canaria. Un humilde homenaje trenzado en una isla que no se sabe bien si la eligió a ella, o si fue quizás al revés.
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