Gran Canaria ilumina los sueños
La Costa noroeste de Gran Canaria echa a volar la imaginación de quienes buscan nuevas experiencias cada día.
Las plantas costeras son como las mujeres y hombres de los pueblos marineros de Gran Canaria. Se asoman a diario al océano. Además, un delicado velo de sal recubre sus hojas, o su piel. Podrían contar miles de historias, de todo aquello que han visto llegar con las mareas, pero son más las que se callan. De igual modo, el litoral noroeste de la isla vale tanto por lo que muestra como por aquello que oculta entre sus pliegues. Por eso las luces que se encienden en la noche iluminan la imaginación de los caminantes. ¿Qué descubrirán al día siguiente?
Los sueños son semillas de planes pendientes, a la espera de echar a volar, igual que las simientes con forma de pequeñas plumas de los veroles, tan ligeras que cualquier brisa las arrastra a otro lugar para alumbrar nueva vida. También hace falta muy poco para que las personas con espíritu explorador vean saciadas sus ansias de descubrir nuevos lugares en el fascinante frente marítimo de Agaete o La Aldea de San Nicolás.
Nadie diría, por ejemplo, que setenta metros bajo las ramas y raíces de estos arbustos se oculta la playa de piedra de La Caleta o El Turmán, hermana salvaje de las piscinas naturales de Las Salinas, precisamente el punto del que parte el sinuoso sendero que conduce a las escalinatas de bajada a la cala.
Tabaibas, veroles y cardones se asoman al Atlántico desde una atalaya que es el abrupto punto y final de los Llanos de El Turmán, un paréntesis plano entre montañas. El viento y el tiempo han borrado de este terreno árido y pedregoso muchas de las huellas de los cultivos de tomates o del tránsito del ganado por las tierras comunales de pastoreo. Quedan otras, difuminadas pero perceptibles, caso de los restos de aljibes, corrales, albercones o pajeros.
Al fondo, un fogonazo naranja al final de la última cadena de montañas marca el camino a seguir cuando las luces de la noche dejen paso a las del día. Ahora toca descansar y dejar que los sueños reposen en la penumbra antes de lanzarse al vuelo. Finalmente, nuestras inquietudes son como las aves atlánticas que se abalanzan sobre cielos y mares desde estos cantiles situados al filo de los días.
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