Gran Canaria, la obra natural que fraguaron los volcanes
Hace quince millones de años, el océano extendía su manto azul sobre el mismo lugar que hoy ocupa Gran Canaria. La isla se levantó entonces desde el fondo, empujada por la fuerza de las erupciones, pues fueron los volcanes los hacedores de este territorio insular. Las sucesivas fases de formación y erosión dieron lugar a una asombrosa y compleja realidad geológica, que es a su vez la base de la riqueza paisajística, natural y etnográfica que atrae a visitantes de todo el mundo.
El volcán, la lluvia, los vientos y el oleaje se confabularon para esculpir una isla de acantilados, llanuras fértiles, profundos barrancos, playas de fina arena negra y rubia, piscinas naturales, galerías, cuevas, arcos de piedra, valles y monolitos. Esta diversidad geológica, sumada a la altura y la variedad de microclimas, hace posible que Gran Canaria posea tantos rostros. Parece muy distinta en el vértigo del Pico de Las Nieves, a casi dos mil metros de altura, que cuando se la ve en la costa, abrazada al Atlántico. Pero es la misma isla: la heredera del volcán.
Hoy en día, el volcán es un titán dormido desde hace milenios al que podemos acercarnos sin nada que temer. De hecho, esa herencia volcánica se traduce en la actualidad en espacios naturales visitables y protegidos con distintas figuras de protección natural por su singularidad geológica y biológica.
La última erupción de Gran Canaria tuvo lugar hace aproximadamente 2.000 años y dio lugar al Pico y la Caldera de Bandama, explica Juan José Pérez Torrado, catedrático de Petrología y Geoquímica de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. El conducto eruptivo de la caldera encontró agua en su camino y originó una erupción explosiva por el aumento de la presión que generó la evaporación. Fue una rareza. De hecho, ha sido la única que tuvo este carácter de las 25 acontecidas en la isla en los últimos 11.700 años, precisa el especialista.
Tarde o temprano, el Ave Fénix siempre retoma su vuelo. “El volcán es un motor de creación y regenera el suelo. Bandama expulsó mucha ceniza y picón, o lapilli”, señala Pérez Torrado. La aportación de hierro, magnesio o calcio fertilizó las tierras en kilómetros a la redonda. De hecho, el nombre de Bandama proviene del comerciante flamenco Daniel Van Damme, que compró los terrenos de la Caldera de Bandama en el siglo XVII para cultivarlos. Y la cercana y afamada zona vitivinícola de Monte Lentiscal debe sus características y su fertilidad a estas aportaciones de nutrientes que, literalmente, cayeron del cielo.
Hoy en día, el Pico y la Caldera de Bandama están declarados Monumento Natural y forman parte de todas las listas de cosas indispensables que conocer en Gran Canaria, especialmente en las proximidades de su capital, Las Palmas de Gran Canaria. Árboles como los lentiscos, acebuches, palmeras, dragos, sabinas y mocanes y otros endemismos, caso de tajinastes, malvas de risco, guaydiles y orobales, dan fe de la sobresaliente biodiversidad que se cobija en las faldas del volcán.
Y más arriba, donde la isla rasga el cielo, se encuentra el Paisaje Protegido de las Cumbres de Gran Canaria, uno de cuyos elementos principales es la alineación de volcanes surgidos hace alrededor de tres mil años. Se trata del Montañón Negro, a 1669 metros sobre el nivel del mar, la Caldera de los Pinos de Gáldar, donde se mantienen en pie pinos canarios que sobrepasan la edad de trescientos años, Hondo de Fagagesto y Berrazales. Mucho antes, hace más de 12.000 años, se formó la Caldera de Los Marteles, otro hito geológico insular.
El Paisaje Protegido de las Cumbres coincide además con parte del Paisaje Cultural de Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria, declarado Patrimonio Mundial por la Unesco, que valoró sobre todo el legado indígena y en particular el uso de las cuevas naturales o practicadas por la mano humana en la toba volcánica para su uso como viviendas, graneros o espacios rituales. Gavilanes, cuervos, vencejos y cernícalos canarios comparten su vuelo diario sobre este espacio junto al espíritu del Ave Fénix.
La ciencia da el nombre de Ciclo II o Roque Nublo a los procesos eruptivos que se concentraron en la parte superior de Gran Canaria hace entre 5,3 y 3,5 millones de años, fase en la que un gran estratovolcán alcanzó los 3.500 metros de altura antes de sucumbir. Aquella fase dejó grabado sobre el territorio algunos de los elementos más característicos y simbólicos de la isla, incluidos los roques Nublo y Bentayga, restos heroicos de aquella época en la que destrucción y creación iban de la mano.
Isla abajo, en dirección sureste, en las medianías de Telde, se alza el campo de volcanes de Rosiana, perfecto para un recorrido circular donde contemplar los dragos centenarios de El Gamonal, cortijos y la sinuosa silueta de estos conos volcánicos del Cuaternario, en especial El Melosal, en cuya cima parece haberse recostado la media luna.
Si alguien echa a andar desde la Playa de Las Canteras, el corazón de la populosa capital de la isla, en dirección hacia el Paisaje Protegido de La Isleta, se encontrará con antiguas lenguas de lava solidificadas que se adentran en el océano. Son las garras petrificadas de un volcán. En algunos puntos se han creado pequeños arcos, entre otras caprichosas formaciones que atrapan la vista y la imaginación muchos miles de años después. Mientras, las barquillas de los pescadores van y vienen y las gentes se sumergen en un océano que hace quince millones de años no encontraba orillas en este lugar del mundo.
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