Historias de la Navidad distinta de Gran Canaria
La Navidad en Gran Canaria es otra cosa y hay miles de relatos que lo demuestran. Ven y escribe el tuyo propio.
Dos hermanos, un niño y una niña, juegan en la orilla de la playa. De repente, ambos se detienen con la mirada clavada en un punto muy concreto. Han visto un pez, o eso creen, así que salen del agua y corren a toda velocidad sobre la arena para contárselo a sus padres, que están tumbados sobre unas hamacas.
El hombre apenas levanta la vista del libro. Ella dormitaba, pero el griterío de sus hijos la ha despertado. No pasa nada. Deciden darse un baño en familia. Aunque hoy tienen que darse un poco de prisa. Quedan apenas unos días para la Navidad y habían pensado aprovechar la tarde para ir de compras.
¿Navidad? ¿Baño en la playa? ¿Está bien este texto? Sí, estos dos términos pueden tener cabida en la misma frase, al menos escribiendo sobre Gran Canaria. Las afiladas garras del frío que recorre Europa no llegan hasta aquí. Volvamos a la playa. Vemos a gente paseando sobre la arena, disfrutando de la tibieza de la temperatura, ajenos y ajenas al calendario.
El espíritu de la Navidad también habita en Gran Canaria, aunque aquí no hay que imaginárselo como un personaje helado, que tirita y expulsa vaho por la boca. Pero entonces, ¿dónde se encuentra el espíritu de la Navidad de la Isla? En todos lados, podríamos decir.
Se manifiesta, por ejemplo, cuando alguien hace las maletas en pleno diciembre o enero en algún punto de Europa y mete en su maleta de viaje unas bermudas, protección solar, gafas de bucear o calzado adecuado para un sendero.
Y no se apure. En Gran Canaria no le van a faltar tiendas repletas de regalos, la mejor comida, árboles navideños ni calles iluminadas, aunque nada como contemplar el firmamento bajo un cielo siempre limpio donde la Estrella de Navidad brilla como en pocos sitios.
Aquí el espíritu de la Navidad es surfero, playero, cálido y festivo. Regresemos otra vez a la playa del principio. Ahí están. Ya han salido del agua y se dirigen hacia el hotel. El niño y la niña siguen asegurando que sí, que vieron un pez, que era de muchos colores y que cuando se acercaron a él se escabulló entre las cristalinas aguas. Una historia invernal más para contar a la vuelta de vacaciones.