La luz del invierno entra en escena
El solsticio de invierno provoca un espectáculo de luces y emoción en la cumbre de Gran Canaria.
El día más corto del año empieza en realidad la noche anterior, con un manto de estrellas cubriendo el escenario antes de que comience la función. Bajo el pronunciado escarpe de la Mesa de Acusa, un abismo de tiempo y viejas erupciones grabadas en el paisaje, se expande el patio de butacas y el público, esta vez el objetivo de una cámara fotográfica que apunta hacia el lugar por el que aparecerá la verdadera protagonista del solsticio de invierno en la cumbre de Gran Canaria: la primera luz invernal.
A ratos perfectamente inmóvil, como una piedra más de los barrancos y llanuras, el fotógrafo enfoca hacia el espacio que media entre dos hitos geológicos grancanarios, los Roques Nublo y Bentayga, separados por una distancia de tres kilómetros y ochocientos metros. Hay algo en el lugar, no obstante, que no puede mesurarse con tanta precisión. Es la emoción que se siente cuando se aprecian los primeros signos que hacen adivinar que la oscuridad de la noche empieza a difuminarse. El sol ya se agita entre bambalinas.
Todo ocurre en realidad de un modo más súbito de lo esperado y apenas sin transición entre la noche cerrada y la irrupción de un halo luminoso que se proyecta hacia el cielo perfectamente enmarcado entre las dos emblemáticas peñas.
La imagen que se dibuja es la de un gran volcán de luz que anuncia la llegada del particular invierno insular. El fotógrafo permanece inmóvil, aunque su corazón hace rato que late con fuerza, también como un cráter interior. Y la cámara inmortaliza unos instantes de un modo tan vívido que traslada nuestro pensamiento a momentos idénticos vividos durante más de un milenio por los antiguos pobladores y pobladoras de Gran Canaria.
Poner los pies en este entorno, en el corazón de la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria y bajo unos cielos declarados Reserva Starlight por sus condiciones para la observación de los astros, conecta con la historia de un lugar asociado a los antiguos marcadores astronómicos que sirvieron de ayuda a las antiguas poblaciones para determinar el inicio de un ciclo en el que la duración de los días volvía a aumentar de nuevo junto a sus esperanzas de lluvias, buenas cosechas, descendencia y pastos para el ganado.
El Bien de Interés Cultura de Acusa, otra de las figuras de protección que envuelven a este entorno, resguarda valores patrimoniales que se hunden literalmente en el pasado de Gran Canaria. Esta cuenca agrícola alberga uno de los espacios históricos en cuevas más importantes del poniente de Gran Canaria, entre los que sobresalen los asentamientos de Acusa Seca, El Álamo, La Candelaria, Cruz de Esquina, Fortamaga, El Hornillo y Acusa Verde. Otros yacimientos de Gran Canaria vinculados por los estudios arqueológicos a equinoccios o solsticios son los de Bentayga, Risco Caído, Cuatro Puertas o La Guancha, entre algunos otros.
Los restos arqueológicos encontrados dejan constancia del uso de estas oquedades como lugares de habitación, graneros y corrales, y algunos de ellos fueron incluso decorados, con pinturas en sus paredes realizadas en la noche de los tiempos y que han encontrado un nuevo amanecer en la mirada asombrada del presente. Además, uno de los aspectos que confieren mayor valor a la zona es que ésta sigue fuertemente ligada a usos tradicionales, una resonancia que se percibe, por ejemplo, en el paso ocasional de un rebaño de ovejas trashumantes.
El invierno ha comenzado con un festival de luces. El fotógrafo recoge sus bártulos tras la larga noche y el fogonazo del solsticio. Deja tras él un cielo tan celeste y misterioso como el vuelo de un pinzón azul.
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