La ola secreta de Gran Canaria
El surfero Pablo Solar relata la historia de Soledad, una ola con nombre propio en Gran Canaria.
Hay días en los que Pablo Solar, seleccionador nacional de surf, cuatro veces campeón de España y campeón de Europa Senior, permanece atento a las señales. La ausencia de viento es una de ellas. La otra es la llegada a la costa de olas de gran tamaño con dirección noroeste. Cuando esto ocurre, Pablo Solar se olvida del mundo terrestre y se dirige con su tabla al Paso, un asentamiento en la costa de Moya, al norte de Gran Canaria, donde en esas condiciones casi mágicas rompe su ola preferida: Soledad.
“El nombre no se lo puse yo”, explica. La bautizaron así los viejos surferos de Gran Canaria, quizás porque llega a un punto del litoral poco frecuentado y donde los cabalgadores de océanos pueden sentir la sensación de dialogar cara a cara con el mar. Aquí cobran todo su sentido las palabras de Pablo Solar cuando dice que “a veces lo que sueñas se hace realidad”.
“Algo que caracteriza a los surferos es que somos grandes soñadores”, subraya. En ese territorio donde lo onírico se da la mano con la realidad surgió el centro FactorySurf Canarias, donde se labran también los sueños de otros amantes de las olas que llegan de cualquier punto de Canarias, la Península o Europa para perfeccionar su técnica gracias a la experiencia y los conocimientos de Pablo.
“El clima de Gran Canaria es perfecto para entrenar todo el año, gracias tanto a la temperatura del aire como la del agua”, señala Pablo. “Las olas, además, son constantes y presentan mucha variedad, lo cual es un atractivo más, sobre todo en la costa norte de la Isla y en especial entre Quintanilla y San Felipe”, comenta.
Él procede de otra tierra con gran tradición surfera, Cantabria, pero es en Gran Canaria donde vive y donde respiran sus sueños. “Aquí hay mucha historia ligada al surf y hasta es posible que algunos americanos lo practicaran en el Sur antes de que se conociera en el resto de Europa”, barrunta después de muchos años escuchando relatos escritos con tinta y salitre.
Cada mañana, Pablo se levanta con la ilusión de seguir alimentando su sueño y el de las personas que acuden a su centro. Pero si comprueba que no hay viento, mira con el rabillo del ojo hacia el noroeste, por si Soledad se presenta de ola en ola en la orilla con su profundo lenguaje de silencios y espumas.