Las piedras hablan de nuevo en Arucas
Tradición y presente se funden en el Hotel Emblemático Arucas de Gran Canaria, una casa centenaria restaurada.
La primera piedra de la Iglesia de San Juan Bautista de Arucas, uno de los edificios históricos más importantes de Gran Canaria, se colocó en 1909. Existe constancia de que se tomó una fotografía de los trabajos para su construcción desde la azotea de una vivienda situada a treinta metros del edificio religioso. Es decir, esta casa centenaria ya estaba en pie antes de que se levantara la que muchos, por su porte, llaman ‘catedral’.
El tiempo va dando vueltas, pero las piedras, a su manera, permanecen. Y ahora alzan de nuevo su voz. La centenaria vivienda de la que hablamos acaba de abrir sus puertas en pleno casco histórico de la ciudad como hotel emblemático tras una profunda y mimada reconstrucción. Esta categoría está reservada para viviendas históricas incluidas en el catálogo oficial insular y ha inspirado el nombre del establecimiento, denominado precisamente Hotel Emblemático Arucas.
Hoy nos abre la puerta del hotel Marcelo Afonso Gil, copropietario del negocio junto a su amigo Miguel Henríquez Pérez, heredero de una vivienda en la que vivió desde los cuatro años y que forma por lo tanto parte de su vida. Al entrar se percibe claramente la mezcla de tradición y modernidad. A la izquierda, una mesa de madera bellamente labrada. A la derecha, un muro original de piedra, un escolta del paso del tiempo y guardián de memorias. Del techo, en cambio, cuelga una lámpara de diseño moderno.
En el interior se respira una profunda sensación de calma. Es una de las señas de identidad del Hotel Emblemático Arucas, que mantiene un diálogo abierto a tres bandas entre el pasado, el futuro y el presente. Múltiples elementos del ayer han cobrado nueva vida gracias a un cuidado proceso de adaptación y reciclaje.
Una vieja pila preside el patio principal. Bloques de piedra procedentes de la misma cantera usada para levantar la Iglesia de San Juan Bautista adoptan ahora la forma de bancos. Una de las habitaciones ocupa el espacio que antiguamente se destinaba al almacenamiento del grano y también se conserva el antiguo pesebre. También se han reutilizado las maderas, en este caso con la inestimable ayuda del padre de Miguel, don Fernando Henríquez, que ha aportado su sabiduría y buen hacer a un hotel que es sobre todo una suma de ilusiones.
Las dieciséis plazas del hotel se distribuyen en dos habitaciones dobles y tres junior suites con salón independiente, todas ellas con baños privados. Los adelantos técnicos como el wifi generalizado conviven con detalles sorprendentes que nos asoman al cielo y al misterio, caso de los ventanucos que permiten tener una visión parcial de la Iglesia de San Juan Bautista.
Pero si hablamos de vistas, la terraza es un auténtico mirador tanto a la iglesia como a la montaña de Arucas y al entramado de callejuelas empedradas que serpentean alrededor del hotel. En una esquina burbujea el jacuzzi, otra irrupción moderna que nos recuerda que, aunque no lo parezca, estamos en pleno siglo XXI. Lo sensacional es que aquí se puede disfrutar de una tranquilidad que parece propia de otros tiempos.
La ubicación del hotel en pleno casco histórico facilita la inmersión en un entorno donde pasado y presente van de la mano. Muy cerca se encuentran la Plaza de San Juan, la Casa de la Cultura, la Casa Parroquial, el Parque Municipal, la Heredad de Aguas de Arucas y Firgas, las calles comerciales León y Castillo y Gourié, la variada oferta de restauración y hasta la fábrica del ron Arehucas, también visitable.
Arucas, igualmente, está estratégicamente situada, a apenas quince minutos de la capital insular, Las Palmas de Gran Canaria, a unos 35 minutos del aeropuerto o a menos de una hora de distancia de las grandes playas del Sur, al margen de ser un punto de partido ideal para descubrir el norte, las medianías y la cumbre de Gran Canaria, sin olvidar el espectáculo geológico que regala la costa del municipio de Arucas ni sus paisajes de plataneras.
Marcelo entorna de nuevo una puerta que se abrirá cada vez que alguien busque descansar y disfrutar de la vida en el lugar donde cada piedra y cada madera tienen una historia que contar.
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