Llámame Gran Canaria
Gran Canaria es el nombre que denomina a la isla desde hace siglos.
Llámame Gran Canaria. Es mi nombre y sólo a él atiendo. Así se me conoce desde hace siglos y es la denominación que habla de mi historia, de mi esencia, de la gente que me habita, del aire que peina mis cumbres y de las personas, leyendas, vivencias, amores y desamores que se han vivido, se viven y se vivirán en mis orillas. Llámame Gran Canaria, porque estas dos palabras son capaces de sostener por sí solas todo lo que soy y todo lo que puedo ofrecerte.
Las primeras referencias sobre mi nombre actual permanecen guardadas bajo llave en los archivos históricos, en manuscritos escritos a pluma, con tinta congelada en el tiempo donde se percibe un aliento de reyes. En el siglo XV vio la luz la Crónica de Enrique III, donde se hace una alusión referida al año 1393 donde aparece una referencia a Canaria la Grande. Sí, Canaria la Grande era yo. Aunque todavía hubo que esperar un poco para que se produjera el giro definitivo que dio origen a mi denominación actual, es decir, Gran Canaria, según lo ratificó el Fuero Real de 1494.
Una mujer, una de las pocas personas que ha sentido que poseía una porción importante del mundo, la Reina Isabel la Católica, firmó una disposición en el siglo XV en la que se leía lo siguiente: “Y desde ahora mando que aquesta, mi ínsula de Canaria, sea llamada Grande”. Y a partir de ahí tan sólo fue cuestión de tiempo, de costumbre y de adaptación a los usos orales del pueblo que emergiera en el horizonte y sobre el océano el nombre de Gran Canaria. La isla ya existía millones de años atrás. El nombre se posó sobre ella poco a poco, con la gracia de un pinzón azul. Y ya se quedó para siempre.
Un ingeniero italiano, un hombre llegado de Cremona pero nacido para viajar y descubrir maravillas como Gran Canaria, también contribuyó a sellar en la Historia mi nombre oficial en su libro ‘Descripción e historia del reino de las Islas Canarias, antes afortunadas con el parecer de sus fortificaciones’, fechado en 1558. “Es de creer”, escribió, “que esta isla de Gran Canaria, favorecida por una particular influencia de las estrellas (por las cosas que de ella se ven), ha tenido el primer lugar entre las demás Afortunadas, como se indicó al principio de este libro”.
“En efecto”, agregó Torriani, “antiguamente fue tan fértil y abundante de bienes, que bastó para sustentar en tan pequeño espacio de tierra casi sesenta mil almas, sin ninguna ayuda de otro lugar; y los hombres tuvieron tanto valor y astucia, que en muchas cosas militares, a pesar de su rusticidad, se pueden comparar con naciones nobilísimas, según en su tiempo se dirá, no sin admiración”. Y, en efecto, el tiempo le dio la razón. No le faltaban dotes adivinatorias al ilustre constructor y viajero llegado de tierras italianas para maravillarse de mí, de Gran Canaria.
El ‘gran’ me acompaña, como puedes comprobar, desde tiempo casi inmemorial. Por eso soy un gran destino, un gran sueño, un gran lugar para descubrir, un gran lugar al que volver. Soy Gran Canaria. Llámame así y sólo así y yo, seas quien seas, también te llamaré por tu nombre.
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