Playa de Puerto Rico, nadando por la vida
La playa de Puerto Rico, en Gran Canaria, acoge y mima a todo el que recala en este lugar envuelto en luz.
Dos tipos de familias coinciden cada día en la playa de Puerto Rico, en el sur de Gran Canaria, allí donde la luz y la calidez lo envuelven todo. La primera de estas familias vive bajo el manto azul que baña las costas de la zona. Son delfines que se mueven en bandadas de decenas de individuos y que dibujan destellos de plata en la superficie. Cerca, en la orilla, sobre arenas de oro, coinciden casi en el tiempo y en el espacio con aquellas otras que han llegado a Puerto Rico en busca de unos días perfectos.
A veces estos mundos, el humano y el oceánico, se acercan incluso un poco más, hasta casi tocarse con la punta de los dedos. Los miembros de una y de otra familia cruzan miradas en las excursiones mar adentro que zarpan a diario desde el muelle. Los delfines se animan entonces a asomarse a la superficie para componer con sus movimientos un recuerdo inolvidable que quedará grabado en una fotografía, en un selfie, en el mural de la memoria, en definitiva.
Puerto Rico acoge, mima y protege a todo el que llega a sus dominios, a la tierra prometida de sol y buen tiempo donde los días grises son visitantes tan esporádicos como el paso de los cometas. Es la bendita monotonía del buen clima en un escenario habitado por personas que abren las ventanas de los alojamientos que se asoman desde las laderas para respirar el Atlántico y dejar que les inunde la luminosidad del sur de Gran Canaria.
Puerto Rico sonríe. El mar tiene un carácter amable, pacífico, que invita a entrar y salir sin temores de ninguna clase. Por eso es también un destino ideal para familias con niños de corta edad, aunque Puerto Rico no tiene edad, más allá de los millones de años que contemplan al barranco del que es desembocadura. Las montañas orgullosas que escoltan la playa desde las cumbres son además las guardianas del buen tiempo. La geografía se alía en Puerto Rico a favor del visitante.
Aquí la tranquilidad convive con las alternativas donde bulle la vida, desde los restaurantes donde degustar alguno de los productos que traen hasta tierra los sesenta barcos de la flota de Mogán -municipio al que pertenece Puerto Rico- hasta las áreas comerciales, de ocio y de ambiente nocturno donde estirar las horas del día y de la noche. Si un extraterrestre aterrizara de pronto en este lugar de la Tierra pensaría sin duda que éste es un planeta feliz y despreocupado donde unas familias nadan en la orilla y otras en el profundo océano.
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