Risco Caído, el templo perdido de Gran Canaria
Risco Caído, descubierto en 1996, es una muestra del extraordinario legado arqueológico de Gran Canaria.
Las entrañas de Gran Canaria ocultan lugares llenos de tiempo y misterio. Aquí, en una isla visitada cada año por millones de turistas, se siguen revelando secretos perdidos en las montañas. Uno de los casos más llamativos es el almogarén de Risco Caído, un espacio donde los aborígenes de la Isla llevaban a cabo rituales ligados a los ciclos astronómicos y su simbología sagrada en el seno de la colosal caldera volcánica de Tejeda.
Ya ve. No sólo había templos perdidos en las ignotas selvas de Sudamérica o el sudeste asiático. Gran Canaria también posee los suyos. De hecho, Risco Caído da nombre a un proyecto que aglutina al resto de Espacios Sagrados de Montaña y cuyo objetivo final es la declaración de este extraordinario conjunto arqueológico insular como Patrimonio Mundial de la Humanidad por parte de la Unesco.
Expertos de todo el mundo se han quedado sorprendidos ante la riqueza de estas manifestaciones milenarias. En realidad, cualquiera lo haría. Entrar a Risco Caído te pone cara a cara con los habitantes de la Gran Canaria prehispánica, hombres y mujeres que crearon una cultura única dentro de su aislamiento atlántico.
Casi se oye el sonido de las herramientas de piedra que utilizaban para rasgar la toba y dibujar sobre ella triángulos y cazoletas. Pero sobre todo se escucha su silencio. Sí, su silencio reverencial mientras los rayos del sol penetraban por la oquedad abierta en la bóveda de la cueva e iluminaba una tras otra sus creaciones. En el equinoccio de otoño el juego de luces lo protagoniza la luna.
Y todo esto sigue ocurriendo hoy en día, trayendo hasta nosotros el legado de una civilización que supo mantener un diálogo con el firmamento. Los expertos en la cultura aborigen de Gran Canaria consideran que estos ceremoniales podían guardar relación con un tributo al sol por su capacidad de dar vida y en general con el don de la fertilidad. Estos ritos eran también su marcador del paso del tiempo, aunque en realidad parece que el tiempo se ha detenido entre estas paredes.
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