Ruta del Vino de Gran Canaria, en busca de algo extraordinario
Gran Canaria ha sido capaz de embotellar su esencia. Cada vino que produce es un reflejo de su variedad paisajística, su extenso patrimonio varietal, su historia y del afán por producir caldos de la máxima calidad para catar la isla sorbo a sorbo. La Asociación Española de Ciudades del Vino (Acevin) ha reconocido su singularidad vitivinícola con la certificación de la Ruta del Vino de Gran Canaria, la única existente en Canarias y fuera del territorio peninsular.
Gran Canaria, igual que la vid, posee raíces profundas. La Ruta del Vino invita a un recorrido por los paisajes y los modos de vida en el interior de la isla, a través de los 52 establecimientos y negocios adheridos inicialmente a la iniciativa. La lista incluye bodegas, restaurantes, enotecas, fincas, queserías, guías e intermediadores turísticos y también bochinches, evocadora palabra que abre las puertas de esos pequeños locales familiares, donde el vino marida con la comida tradicional, la pausa y la tertulia.
La Ruta del Vino de Gran Canaria escancia todo un universo de aromas, colores, brillos y matices. “La isla produce vinos únicos y exclusivos”, según subraya Álvaro González, gerente de este proyecto, que supone una apuesta por el sector primario, la diversidad enológica, y la conservación del paisaje y del entorno rural.
De hecho, la certificación ha cristalizado tras un proceso de tres años y una exigente auditoría, antes de la inclusión de Gran Canaria en el selecto club de las Rutas del Vino de España, etiqueta de referencia del enoturismo que cuenta con el respaldo del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación y de la Secretaría de Estado de Turismo. La propuesta abarca todo el territorio isleño, así que coincide con el área de protección y producción de la Denominación de Origen Gran Canaria.
Los vinos de Gran Canaria son distintos porque Gran Canaria es distinta. Para empezar, la isla concentra cerca de cuarenta variedades diferentes de uva, mientras que la mayor parte de las denominaciones de orígenes continentales contabilizan en torno a la decena. Una pequeña finca de la isla puede albergar más de ocho tipos diferentes, que requieren de varias vendimias, porque cada una de ellas tiene su propio tiempo de maduración.
Además, Gran Canaria es uno de los bastiones de variedades centenarias, que desaparecieron del suelo europeo tras la plaga de filoxera. Todas esas especies coexisten con otras, que han evolucionado en aislamiento durante siglos, en un proceso de adaptación al territorio insular. Esto ha originado vides también singulares, en torno a las 24 variedades locales que cuenta la DO Gran Canaria, y en algunos casos en riesgo de extinción. Por lo tanto, iniciativas como la Ruta del Vino son también una tabla de salvación para estos tesoros enológicos, auténticos viajeros del tiempo anclados en este territorio atlántico.
Las peculiaridades de la orografía y el clima de Gran Canaria completan esta particular pócima. En la isla hay viñedos entre los 78 y los 1.450 metros de altura, y además existen variedades idénticas, cuyas uvas adquieren unos matices u otros, y aportan notas distintas a los vinos en función de la altitud a la que se encuentren o la orientación.
Cada sorbo es beberse el sol, los barrancos y los volcanes, pero a veces también las brumas de las medianías del Norte, los aires ensalitrados y, siempre, siempre, el tesón de las personas que miman cada sarmiento, como quien cuida de un bebé, de quienes se agachan al pie de las vides en cada vendimia y entregan la uva para que las bodegas culminen este ritual, donde se funden naturaleza y cultura.
Este elixir es fruto de centenares de pequeños gestos, amaneceres y rocíos, en una sinfonía interpretada por uvas, cuyos nombres suenan carnosos, míticos y prometedores. Listán negro, Marmajuelo, Negramoll, Breval, Tintilla, Gual, Verdello, Vijariego, Malvasía volcánica, Moscatel de Alejandría... Parecen términos sacados de un cuento, donde la última página la escribirá la persona que moje sus labios en el vino.
Realmente, beberse una copa de vino de Gran Canaria es beberse toda su diversidad paisajística. Ya lo sabían los socios fundadores de la Ruta del Vino, es decir, el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida de Vinos de Gran Canaria, Vinigran, la Asociación Insular de Desarrollo Rural de Gran Canaria (Aider), Activa Canarias y Gran Canaria Natural & Active, esta última marca oficial del Patronato de Turismo.
El Cabildo Insular actúa como socio protector, a través de la Consejería de Sector Primario y Soberanía Alimentaria y la Sociedad de Promoción Económica de Gran Canaria dentro de esta labor coral que permitió brindar por un final feliz. Con un vino de Gran Canaria, por supuesto.
Más información en: www.rutadelvinodegrancanaria.org
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