Terrazas para degustar la vida en Gran Canaria
Gran Canaria es una terraza de norte a sur y de costa a cumbre que está abierta durante todo el año, asomada a la variedad de paisajes y ambientes de la isla.
Cierras los ojos un instante y la concentración intensifica la relajación y los sabores. También llega más nítido el tenue sonido de las olas al besar la arena de la Playa de Las Canteras. Al abrirlos, contemplas a quienes entran y salen del agua mientras un grupo de gaviotas reposa sobre el mantel azul del Atlántico. Todo encaja a la perfección en este momento de calma. Alzas de nuevo la copa, y los rayos del atardecer se filtran y multiplican a través del cristal para que puedas degustar la vida un día más en cualquiera de las mil y una terrazas de Gran Canaria, donde siempre hay mesa reservada para ti.
Gran Canaria es una terraza de norte a sur y de costa a cumbre, abierta durante todo el año y asomada a la enorme variedad de paisajes y ambientes de la isla. Este mosaico medioambiental se traduce además, en una gastronomía diferenciada que se aprecia mejor en aquellos lugares donde se gesta, es decir, a pie de muelle o cerca del sendero por el que discurren también las ovejas trashumantes en busca del pasto.
De hecho, el terraceo es una de las formas más atractivas de descubrir o redescubrir la geografía y los modos de vida de las distintas zonas de este territorio insular. El recorrido tiene la forma de una espiral de sensaciones que empieza por ejemplo en su capital, Las Palmas de Gran Canaria, en el privilegiado balcón al mar de Las Canteras, con múltiples propuestas que resumen el carácter cosmopolita de esta ciudad que siempre sonríe al visitante.
De una insospechada y armoniosa estructura de hierro, el Mercado del Puerto, levantado en 1891 por técnicos franceses de la misma compañía que construyó la Torre Eiffel, se escapan delicados aromas marineros, nórdicos o nipones, todo ello en una sinfonía del sabor mezclada con notas de la gastronomía local. Por su parte, los locales del Muelle Deportivo ofrecen atraque seguro para quienes naveguen por esta travesía del sabor. Como sirenas varadas que entonan su canto junto al mar, las coloridas casas del barrio pesquero de San Cristóbal también son el hogar del espíritu marinero y en sus terrazas siempre amarran los buenos momentos.
¿Lo oyes?… Es el oleaje de la historia, más exactamente el rumor de los más de cinco siglos que caminan sobre las calles empedradas del barrio fundacional de Vegueta. Estas arterias por las que fluye el tiempo se ramifican a partir de la Plaza de Santa Ana y regalan espacios a la carta para sentarse junto a los muros de la Catedral, el mercado, a la sombra de árboles o al lado de casas señoriales. Aquí las piedras hablan un lenguaje de silencios. Cerca, la zona comercial de Triana propone un helado, un café, una tapa o un vino de la tierra al aire libre para rematar una jornada de compras.
Ahora es Neptuno quien atiende en las terrazas volcadas frente a las playas de La Garita o Melenara, donde cuenta con una escultura en su honor que le muestra fuerte y orgulloso. De hecho, podría pensarse que ha sido él mismo el que ha diseñado las cartas de los restaurantes en estos enclaves del litoral del sureste.
Lo mismo sucede en El Burrero en Ingenio, donde es posible reponer fuerzas dejando que la imaginación suelte amarras para irse hasta otros siglos atrás, cuando una supuesta corbeta corsaria se hundió en estas aguas. En el pueblo costero de Arinaga, se puede disfrutar de un pescado a la vez que se observa el ir y venir de los pequeños botes de pesca, la escultura de un viejo pescador en el muelle de piedra o la de un niño cogiendo pulpos. La realidad y su reflejo artístico también forman parte del recetario grancanario.
La terraza se orienta al sur en San Agustín, Playa del Inglés y Maspalomas, lugares donde el menú incluye un sol casi perenne, como ocurre en Arguineguín, Puerto Rico o el Puerto de Mogán.
Esta vuelta a Gran Canaria de terraza en terraza incluye una parada en La Aldea de San Nicolás, la isla dentro de la isla, incrustada como está entre montañas que protegen un universo de humedales, restos de poblaciones indígenas y hasta de antiguas fábricas de ron abandonadas.
El anillo costero de terraza en terraza se cierra al norte en Agaete, en Sardina de Gáldar, San Andrés, El Puertillo o Bañaderos, sitios que siempre dejan un agradable sabor a lava y salitre en el paladar de la memoria.
La espiral inicia una senda ascendente que penetra en el interior de Gran Canaria, que lleva hasta la Plaza de Santiago de Gáldar, en cuyos alrededores se despliegan terrazas que hunden sus patas literalmente en la historia, pues el subsuelo de la ciudad oculta la huella superpuesta de varias sociedades, desde la prehispánica a la moderna.
A partir de aquí emerge la Gran Canaria esencial. Cada plato de queso que llega a la mesa en Guía ha recorrido tantos kilómetros como las ovejas con cuya leche se elaboró. En Arucas, desde la mesa se pueden divisar fincas de plataneras, las cuatro torres de la Iglesia de San Juan Bautista o en algún caso la antigua chimenea de la destilería de ron. En Firgas, la conversación en la mesa brota igual que lo hace el agua de sus manantiales, y en Santa Brígida tienen sus raíces las vides más antiguas y los primeros vinos con denominación de origen de la isla.
En Teror, las terrazas se incrustan en los callejones o en la plaza que mira a la Basílica de la Virgen del Pino, patrona insular, mientras que en Valsequillo hacen lo propio con el templo consagrado a San Miguel Arcángel.
En Valleseco, se tiene la opción de probar sidras elaboradas en el propio municipio antes de que la isla escale definitivamente hacia las alturas a partir de San Mateo, para tocar el cielo en Artenara y Tejeda, donde las terrazas son miradores para descubrir sabores tan profundos como los barrancos cocinados a fuego lento por los volcanes, su posterior colapso y la erosión, que son las herramientas usadas por la naturaleza para cincelar durante millones de años uno de los paisajes más impactantes de Canarias. Aviso importante: el menú visual nocturno incluye también estrellas.
La cara interior de esta particular ruta de las terrazas engloba a establecimientos que miran a los palmerales en Mogán, Tunte o Santa Lucía. Desde ahí, esta gran terraza circular y atlántica de Gran Canaria emprende rumbo al sureste y ofrece mesa a la entrada de cuevas en el barranco de Guayadeque, cerca de almazaras de aceite y obradores de pan en Agüimes o Ingenio, o en los barrios de San Juan o San Gregorio de Telde.
Esto ocurre justo antes de que la escultura de El Tritón anuncie caracola en mano la llegada a la capital y el final de esta gira, que en realidad empieza y termina a cualquier hora, en cualquier día y en cualquier lugar.
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