Un jardín sobre las nubes
El verano desata una fiesta de vida, colores y aromas en los múltiples senderos que invitan a la práctica de turismo activo en cualquier punto de Gran Canaria. La experiencia sensorial siempre deja huella en la memoria.
El niño echa a andar por el sendero antes que sus padres, aunque no tardan en alcanzarlo. Juntos atraviesan el pinar hasta que llegan a un punto donde una vista sublime se abre ante sus ojos. De repente, se han dado cuenta de que están muy por encima de las nubes. Parece un sueño, pero no lo es. Es otra de las manifestaciones del ‘efecto Gran Canaria’.
Los caminantes siguen avanzando, sorprendidos por la presencia de la abundante flora, visitada por grandes abejorros oscuros, ejemplares de la autóctona abeja negra canaria, cuyo zumbido pone banda sonora al paisaje. Ahora, cuando el verano extiende su dominio, es un buen momento para descubrir que existe un jardín sobre las nubes en cualquier lugar de las Medianías o de la Cumbre de Gran Canaria.
El calor del verano desata los aromas de la retama y de las plantas aromáticas. La Isla se ha perfumado para recibirles. En este caso, los protagonistas han detenido su coche en uno de los recodos de la carretera GC-21, cerca del Montañón Negro, rumbo a Artenara, donde cada valle y cada sendero es una invitación a adentrarse en estos jardines asomados al Océano Atlántico. Pero las opciones parecen tan infinitas como el perfecto cielo azul habitual en estos parajes, anclados a medio camino entre la realidad y la fantasía.
El turismo activo adquiere una nueva dimensión en Gran Canaria. Basta elegir una ruta, una zona, un nivel de dificultad, una fecha y la compañía para el camino. Es también importante que no falten el calzado adecuado, la visera, protección solar y agua de sobra. Los motivos sobran y la cancela del jardín colgante siempre está abierta.