La Playa de Arinaga, en Gran Canaria, invita a disfrutar de la vida junto a un mar que nunca baja su telón azul.
Antaño, en Arinaga, los días se abrían con el sonido de las profundidades. Literalmente. Muy temprano, en ocasiones poco después del alba, los pescadores anunciaban su regreso a tierra haciendo sonar los bucios, las grandes caracolas que pueblan los fondos marinos del lugar. Lo hacían horas después de partir con sus barcas de remo para probar fortuna en las cristalinas y pródigas aguas de esta parte del litoral de Gran Canaria.