" ¿Acaso esperaban verme pasar las vacaciones sentado? Ni en broma. Como todo el mundo, también tengo obligaciones esperándome en casa. Pero eso es en casa. Porque cuando viajo a esa isla dejo el trabajo muy, muy atrás. Son días para tener el móvil mudo.
Porque a veces necesito una pausa, para escaparme a mi isla-refugio. Un refugio con sol prácticamente todo el año. A los treinta minutos de poner un pie en Gran Canaria soy otra persona. Allí encuentro tiempo para divertirme y hacer deporte. Todo el deporte del mundo, gracias al buen clima que tienen, que te empuja a hacer cosas nuevas. Vuelvo cada año dispuesto a intentar lo que no me atreví a probar la vez anterior.
Es una isla hecha a medida de los locos por el deporte. No sólo por el buen tiempo. Es que además, en Gran Canaria puedes hacer de todo.
Es la capital europea del windsurf. Por eso mi primer verano allí me pasé horas volando con la tabla y la vela. El año siguiente me dio por la bici de montaña. Y me gasté los días pedaleando en mountain bike por caminos que cruzan los bosques de pinos. Hay donde elegir, hay de todo. Kitesurfing, escalada o senderismo. O natación en una playa protegida del mar por una hilera de rocas volcánicas. O buceo.
Estas últimas vacaciones tocaba surf. Nada menos. Después de veinte años sin hacer surf, lo he vuelto a intentar. Al principio mi mujer me veía entrar en el mar con la tabla y se reía. Luego, al verme de pie encima de una ola, tuvo que cambiar de idea tras ver otra nueva faceta desconocida de su marido. Una más.
Hasta con la pesca deportiva me he animado, algo que no imaginé en la vida que me fuese a gustar tanto. Pero oye, te ves luchando en cubierta con un pez espada y entonces lo entiendes... acabas soñando con anzuelos y deambulando como un lobo de mar por el Puerto de Mogán.
Y por qué no decirlo, tengo otra razón para estar abonado a esa isla. Un motivo bien sencillo. Me gusta la buena comida. Y allí hay buenos restaurantes. De todo tipo. ¿O es que pensaban que a los deportistas no nos gusta vivir bien? "