Gran Canaria es mucho más que una isla; es un escenario donde la naturaleza y la cultura convergen en una danza asombrosa. Esta sinfonía única de características naturales y culturales ha asegurado su reconocimiento como Reserva de la Biosfera. Desde las profundidades marinas hasta las cumbres, Gran Canaria es un testimonio vivo de la interconexión entre la tierra, el mar y las personas.
En el corazón de esta Reserva de la Biosfera, surge una figura fundamental: el equipo encargado de su gestión. Su labor es multifacética y se extiende más allá de las cifras y normativas. Con cada paso que da, construye un puente entre la naturaleza y la comunidad, tejiendo un futuro más resiliente y sostenible.
¿Qué es ser Reserva de la Biosfera? ¿Por qué Gran Canaria lo es? ¿Qué beneficios tiene para la población? Nos adentramos en un recorrido por la isla junto a Pilar Pérez Suárez, gestora de la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria, para dar respuesta a estas y otras muchas preguntas.
Un tapiz de biodiversidad y cultura
La Reserva de la Biosfera de Gran Canaria se despliega como un tapiz de biodiversidad y cultura, abarcando tanto la tierra como las aguas circundantes. En este escenario único, las zonas designadas se entrelazan en una sinfonía de naturaleza y cultura.
En la porción terrestre, abarca alrededor del 43 % de la superficie total. Siete municipios se unen en este esfuerzo colectivo. De estos, tres son totalmente parte de la Reserva de la Biosfera (La Aldea de San Nicolás, Tejeda y Artenara) y otros cuatro municipios son parciales en su adhesión (Vega de San Mateo, Mogán, San Bartolomé de Tirajana y Agaete). Cada uno de estos municipios agrega su propia historia y contribución a este tejido de reconocimiento internacional. Un tramo marino, enriquecido por el murmullo de las olas y la vida submarina, se extiende desde la punta de Maspalomas hasta el Dedo de Dios.
En total, más de 100 000 hectáreas se unen en este rincón de biodiversidad. Esta extensión no solo alberga una multitud de ecosistemas y especies únicas, sino que también es un recordatorio de la interconexión vital entre las tierras y las aguas. Cada centímetro cuadrado es un testimonio de la riqueza de Gran Canaria y su compromiso de preservarla para las generaciones presentes y futuras.
Guardianes de la diversidad
El reconocimiento no se limita a la naturaleza. En el centro de esta trama, residen las personas, el alma de la Reserva de la Biosfera. Son ellas las que dan vida y forma a estos territorios, dejando una huella palpable que perdura a lo largo del tiempo.
La huella del ser humano se entrelaza con el entorno en un baile de historia y tradición. A lo largo de los años, la agricultura, la ganadería y otros aspectos de la vida humana han dejado su marca en cada rincón. Los vestigios del pasado y las costumbres actuales se fusionan para contar una historia de convivencia.
Para Pilar, las personas son las que marcan la diferencia. Detrás de su labor, se esconde una serie de momentos que trascienden el ámbito profesional y se convierten en tesoros personales. Entre sus recuerdos más queridos, destaca sus encuentros con las abuelas y los abuelos de La Aldea de San Nicolás. Con una sonrisa en el corazón, la saludan con un abrazo cálido y palabras llenas de cariño, como si fuese una parte intrínseca de su comunidad.
Esos momentos le recuerdan que, en medio de los ecosistemas y la conservación, la verdadera esencia de la Reserva de la Biosfera reside en las conexiones humanas. «Puedo trabajar con animales, plantas y paisajes maravillosos, pero nada se compara con la cercanía y el afecto de nuestra gente».
Así, son las personas las que dan vida a los valores naturales y culturales de una Reserva de la Biosfera. Cada historia, cada tradición y cada esfuerzo contribuyen al legado que se preserva y se enriquece con cada generación.
Un abanico de posibilidades
En Gran Canaria, ser Reserva de la Biosfera es más que un título. Es una afirmación de compromiso y una invitación a prosperar en armonía con la naturaleza. Pero ¿qué beneficios trae consigo este reconocimiento? Es una pregunta que resuena en la mente de muchos locales, y la respuesta es multifacética y transformadora.
«El reconocimiento no perjudica; al contrario, despierta oportunidades», destaca Pilar. Es una llamada a adoptar una mirada diferente, a pensar en la tierra no solo como un recurso, sino como un ecosistema que requiere atención y cuidado.
En el ámbito económico, el reconocimiento también es un faro de oportunidades. Las empresas privadas que se alinean con los valores que protege y promueve la Reserva de la Biosfera encuentran en ello un distintivo valioso. Es una etiqueta de autenticidad, una declaración de compromiso con la sostenibilidad y la armonía con el entorno. Para los visitantes que buscan una experiencia turística auténtica y respetuosa con la naturaleza, el reconocimiento añade un valor atractivo al destino.
Más allá de las empresas, el título de Reserva de la Biosfera debería tejer un vínculo emocional entre la población y su tierra. Es un sello de identidad, un recordatorio constante de que Gran Canaria es más que un lugar; es una obra de arte natural y cultural. Esta conexión íntima ha dado voz a la comunidad, influyendo en decisiones importantes. En momentos clave, la Reserva de la Biosfera puede llegar a ser la herramienta cohesiva que nos ayude a salvaguardar la esencia de la isla y refuerce la identidad y sus valores.
Una mirada al futuro
El reconocimiento de Reserva de la Biosfera no es una designación perpetua, sino un compromiso en constante evaluación y mejora. La evaluación de la UNESCO llega cada década, momento en el que se pasa por un informe de situación en el que se analizan exhaustivamente los logros, los desafíos y la trayectoria a largo plazo. Esta evaluación no solo se basa en los logros presentes, sino también en la visión a largo plazo.
A lo largo de estos 10 años, se despliegan una serie de acciones concertadas para asegurar que el reconocimiento de Reserva de la Biosfera sea mucho más que una designación estática.
La renovación y evaluación periódica son esenciales para mantener viva la esencia de una Reserva de la Biosfera. Cada ciclo no solo es un recordatorio del compromiso, sino también una oportunidad de crecimiento y mejora. Es una demostración de que la conservación y la sostenibilidad son un viaje constante, guiado por el propósito de preservar nuestro planeta para las generaciones presentes y futuras.
En la despedida de este viaje por la belleza de Gran Canaria, Pilar comparte una reflexión de gran importancia: en un mundo que avanza a un ritmo vertiginoso, es imperativo que despertemos nuestra conciencia y nos detengamos a considerar las implicaciones de nuestras elecciones cotidianas. La Reserva de la Biosfera de Gran Canaria no es simplemente un espacio geográfico; es un recordatorio vivo de la intrincada relación entre la naturaleza, la cultura y las personas que habitan esta isla.
La sostenibilidad no debe considerarse únicamente desde una perspectiva ambiental; también debe abarcar la dimensión social. Algunas opciones aparentan ser ecológicamente sostenibles, pero pueden perpetuar desigualdades sociales o condiciones laborales precarias.
Cada decisión que tomamos, desde lo que compramos hasta cómo nos movemos por la isla, tiene un impacto en nuestro entorno. «A veces, podemos ceder ante la comodidad de los productos importados en lugar de apoyar los recursos locales, olvidando que nuestras elecciones tienen ramificaciones globales».
La Reserva de la Biosfera de Gran Canaria es un recordatorio de que todas las personas somos guardianes de este planeta. Con cada paso hacia la sostenibilidad, estamos escribiendo un capítulo de respeto y cuidado hacia nuestro hogar compartido.
*Más información:
VIVE UNESCO Gran Canaria
Reserva de la Biosfera de Gran Canaria