Libby Hargreaves nació en el bullicio de Londres, aunque vive en Las Palmas de Gran Canaria, una ciudad entre la tierra y el mar. Además, también habita en un lugar que no está ni en el pasado ni en el futuro. “El yoga es situarse en el momento presente”, afirma la directora de Pure Yoga, una sala que se asoma al Atlántico en el paseo que conecta la Playa de Las Canteras con el espacio protegido de El Confital. Es uno de los múltiples lugares de la costa y del interior de Gran Canaria que ayudan a situarse en el ahora.
Esta conexión con la naturaleza que brinda Gran Canaria, unida a la amplia oferta profesional y de actividades vinculadas al yoga, así como la posibilidad de realizar prácticas al aire libre durante todo el año, hacen de la isla un destino idóneo para su práctica. Además, el yoga se ha sumado a la evolución de los perfiles de los visitantes que recibe la isla. “Ahora viene a nuestras clases mucha gente del norte de Europa, además de la comunidad de nómadas digitales”, añade Hargreaves, que explica que todos los monitores del centro hablan inglés.
“Hemos estudiado y profundizado mucho en su filosofía, pero si lo tenemos que describir en palabras sencillas, diríamos que el yoga es algo que nos ayuda a mantener la mente tranquila y alegre con el uso de posturas, técnicas de respiración y también de meditación”, subrayan John Donaghy y Christelle Donaghy desde la otra punta de la Playa de Las Canteras, en la zona de Guanarteme, donde dirigen desde 2016 Om Yoga, otro de los templos de esta disciplina en Las Palmas de Gran Canaria.
Esta pareja formada por un irlandés y una francesa que decidieron anidar frente al océano, como dos aves atlánticas, también ha experimentado la evolución de la demanda del yoga en la isla. “Yo creo que entre los residentes siempre ha sido muy popular y en este sentido no hemos notado mucha diferencia. Sin embargo, sí ha habido una subida entre la gente que viene de vacaciones y los nómadas digitales. Llegan muchas más personas que antes, así que nos encontramos continuamente dando clases en español, inglés y francés”, precisa John.
Al igual que otros centros, Om Yoga organiza sesiones especiales en la playa de Las Canteras en las que se han congregado hasta doscientas personas, una muestra más del poder de atracción del yoga, sobre todo cuando se practica frente al azul del mar. Y en abril de 2024 regresará a Gran Canaria el maestro Vinay Kumar, que cuenta con múltiples seguidores en Europa y cuya estancia en la isla es otra demostración de que Gran Canaria se está consolidando como un punto destacado en el mapa europeo del yoga. También contribuye a su posicionamiento el auge de ofertas específicas que combinan alojamiento, sesiones de yoga, actividades en plena naturaleza o alimentación saludable vinculada a las producciones locales, además de variedades emergentes como el paddle yoga o el SUP (Stand Up Paddle) Yoga para meditar y ejercitarse sobre el mar.
A Zaida Anta le gustaba la danza, pero el baile diario de la vida le impedía mantener la regularidad con las clases. “Me frustraba. En un momento de transición me interesé por el yoga. Me acerqué a una profesional increíble, Cristina Bermúdez, que fue una gran guía. Sientes que estás mucho mejor contigo, que tomas decisiones desde la serenidad y que enfocas las emociones de otra manera”, señala.
“Es un estilo de vida que llevas a todas las acciones de tu vida, sin obsesiones”, matiza esta antigua profesional del mundo de la comunicación audiovisual. Ahora ilumina la vida de otras personas como monitora de yoga en distintos espacios, incluidas residencias de la tercera edad, de modo que un día puede impartir una sesión a una señora de noventa años y al siguiente a alguien en silla de ruedas. Solo trata de transmitir lo que ella siente y quebrar las barreras físicas y mentales. “El yoga me cambió la vida. Yo siempre digo que, si respiras, puedes hacer yoga”, sostiene.
Como un rastro en la arena de su antigua profesión, Zaida compara la variedad de escenarios naturales de Gran Canaria para la práctica del yoga en el exterior con un “plató natural”. Ella misma ha coordinado clases en El Confital o en El Lloret, en la salida hacia el norte de Gran Canaria desde la capital. Dentro o fuera, el objetivo, dice, es el mismo: “Hay que dejar de hacer para poder ser”.